El primer paso es ponerse en contacto con su parroquia y pedir hablar con el párroco o el coordinador de preparación matrimonial. ¡Necesitarán cierta información inicial de usted para determinar su libertad para casarse y luego lo ayudarán a comenzar un programa de preparación para el matrimonio sacramental inspirador y atractivo que lo ayudará a establecer las bases para un matrimonio sacramental feliz y duradero!
La Iglesia Católica enseña que el matrimonio sacramental válido es indisoluble, es decir, dura hasta la muerte de uno de los cónyuges. Creemos esto por las palabras que el hombre y la mujer hacen en sus votos: “Te tomo en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la salud, hasta que la muerte nos separe", y por las palabras claras de Jesús en las Escrituras: “De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido [en el sacramento del matrimonio], que no lo separe el hombre”. -Mateo 19:6
Si no está seguro si su matrimonio anterior es válido o si tiene preguntas sobre anulaciones, comuníquese con Amy Klarkowski ([email protected]), la Asesora de Casos Previos a la Petición de la diócesis, y ella estará encantada de trabajar con usted.
La situación de un católico que desea casarse con un bautizado no católico debe ser objeto de atención especial por parte de la pareja y el párroco. La diferencia de la profesión de fe entre los esposos no constituye un obstáculo insalvable para el matrimonio, cuando logran poner en común lo que cada uno ha recibido de sus comunidades de fe, y aprenden el uno del otro el modo en que cada uno vive la fidelidad a Cristo. Pero las dificultades de los matrimonios mixtos no deben subestimarse. Los esposos corren el riesgo de experimentar la desunión cristiana incluso en el centro de su propia casa.
La discrepancia de culto, es decir, un matrimonio entre un católico y una persona no bautizada, puede agravar aún más estas dificultades. Las diferencias en la fe y la propia noción del matrimonio, pero también las diferentes maneras de pensar sobre la religión, pueden convertirse en fuentes de tensión en el matrimonio, especialmente en lo que se refiere a la educación y crianza de los hijos.
En estas situaciones, el católico tiene una tarea en particular, llevar a los no católicos a la libre conversión a la fe cristiana. En ambos casos, la pareja debe recibir el permiso de la Iglesia para casarse, y el católico debe reafirmar su intención de continuar practicando la fe católica, prometer hacer todo lo posible para eliminar cualquier peligro de abandonar la fe y compartir su fe católica con los niños nacidos en la unión y hacer que sean bautizados y criados como católicos.